Un artículo de El Pais, en la sección Sociedad de hoy da una muestra de la gran confusión que se vierte a la opinión pública a la hora de hablar del hambre en el mundo, sus culpables y sus posibles soluciones. El artículo apunta y dispara en todas direcciones dejando claro cuál es el problema y el objetivo, en el cual estamos todos de acuerdo, atajar el hambre en el mundo, pero hace un totus revolutum analítico que nos puede llevar a conclusiones contradictorias.



Esto suele ocurrir cuando hay organizaciones que si bien son expertas en llegar a la opinión pública y en marketing, hace tiempo que se han olvidado de hacer análisis rigurosos sobre la realidad. Cuando se dice que los países africanos, que cuentan con gran potencial, no logran mejorar su capacidad comercial por los altos aranceles de la UE y de EEUU.


¿Es cierto que la liberalización del mercado ayudaría a solucionar la situación actual de hambre en el tercer mundo?

 


En primer lugar hay que analizar dónde están los aranceles, porque hay muchos y muy variados, y cuando hablamos de la alimentación básica hablamos básicamente de cereales, tanto como alimentación humana directa como indirecta a través de la alimentación animal. La experiencia en los últimos años nos responde a esta pregunta con un NO, la desregulación de los mercados trae más volatilidad y más penuria para los más pobres, porque tienen que importar materias primas básicas para su alimentación. 

 

Por otro lado, al menos en la UE ya no se aplican desde hace años ninguna restricción a las importación (hace más de una década que no se utilizan las intervenciones ni sobra cereal sino todo lo contrario), a no ser la prohibición de los OGM que es otro debate. El precio de intervención está en 100 €/t, muy por debajo del precio mundial y la balanza comercial del cereal en la UE fue negativa durante el 2010. En definitiva, se habla de una serie de travas legales que en  la práctica no existen.

Por otro lado los países menos avanzados tienen acceso casi ilimitado en la UE  a través de acuerdos como los de todo menos las armas, pero es muy diferente tener acceso al mercado y poder accerder a él. Si en España, considerado un país desarrollado, no hemos resuelto el problema de la estructuración comercial y competitividad del sector productor, no pretendamos simplificar este trabajo en unos lugares carentes de las más míminas estructuras políticas, sociales y económicas Como djio el otro día José María Sumpsi, el principal problema de estos países está en su interior, poniendo como ejemplo el de Haití, un pequeño país que ha recibido en los últimos 15 años más de 15.000 millones de $ en ayudas y su triste situación no ha cambiado nada.

 

¿Es la PAC causante de estos problemas?


Es frecuente tener que responder continuamente a estas acusaciones que, dicho sea de paso, no han mejorado sus argumentos en 20 años y se han convertido en verdaderos prejuicios sin fundamento. Hace tiempo que la PAC tiene sus pagos desvinculados de la producción, la agricultura europea viene perdiendo posiciones en los mercados internacionales con un rendimiento que se ha estancado en los últimos años y que,además, es claramente deficiente en la mayoría de las producciones. Eso sí, la UE es un mercado donde todos quieren vender, y esto supone un problema para los países menos desarrollados y deficientes en alimentación, que ante una subida de precios, la mayor parte de la oferta internacional se marcha a los países  desarrollados dejándolos a ellos desabastecidos.

El 80% de la producción de alimentos mundiales se consume en las propias regiones o países de producción, por tanto, aquellos que son deficitarios en producir alimentos, o mejoran su productividad o tendrán más problemas en un entorno de precios altos.

 

Teniendo en cuenta que existe claramente un problema de productividad y hay una situación de escasez, ¿por qué se sigue insistiendo que el problema del tercer mundo son las políticas agrarias de los países desarrollados? la respuesta podría ser depende de la política, pero desde luego, en la  actual coyuntura, que se ha convertido en un problema estructural, éstas juegan muy poco, ya que están concebidas, al menos las que se critican, para atajar una situación de deflación mundial, y no de inflación, como en la actualidad. Desde luego, no he escuchado a ninguna organización poner el grito en el cielo contra Argentina, Ucrania o Tailandia cuando limitan sus exportaciones de cereales para evitar la inflación nacional y el desabaseticimiento, y que tienen un impacto directo en el mercado internacional por ser precisamente exportadores netos.

 

La solución no está en un mercado más o menos libres, sino en la configuración y regulación de los mismos, donde el concepto de autoabastecimiento y regulación internacional ponga un poco de orden. Pero esto tampoco resolverá los problemas sociales, de organizacion interna y democrática de los países más pobres, circunstancias que los hunde más en la miseria.

 

 

 

 

 

 

Madrid, España