Alcanzado el ecuador del viaje hemos visitado uno de los Estados agrícolas más típicos situado en el mismo centro de los EEUU, Nebrasca. El 92% de su superficie total se dedica a la agricultura, nada más y nada menos que unos 18,3 millones de hectáreas. En otras palabras, no hay más tierra. Es un sector tremendamente productivo, es la mayor superficie de regadío de los EEUU, por encima de California, con 8,3 millones de hectáreas. Sus principales sectores productivos son el vacuno de carne, maíz (38% destinado a bioetanol  y número uno de EEUU en palomitas), soja, porcino, cereales, productos lácteos, forrajes, aves y huevos, proteaginosas y remolacha azucarera, que juntos representan el 98% del sector productor.  Representa el 40% de la actividad económica del estado (5,9% del total de la producción final de los EEUU), unos 23.000 millones de $. Además, el 40% se destina a la exportación, lo que aporta un increíble valor añadido a la economía local de 56.600 millones de $, es decir, que por cada dólar invertido en la exportación de productos agrícolas se generan en los sectores vinculados (transporte, almacenamiento, financiación) 1,22$. Pues bien, todo esto en manos de solamente 49.600 explotaciones, una media de 369 has/explotación. 

Podría seguir, pero creo que los datos hablan por si solos sobre la capacidad productora y exportadora de Nebrasca. Hemos visto unas llanuras interminables asentadas en uno de los mayores acuíferos del mundo y donde a uno le alcanza la vista solo ve campos de soja y maíz o grandes pastizales para el ganado. 

Toda esta exuberancia productiva tiene un reflejo en lo que transmite los representantes de los agricultores. Todos, sin excepción, se sienten muy orgullosos de su profesión, transmiten un mensaje optimista y están dispuestos a seguir mejorando sus explotaciones e invertir en sus negocios. Desde luego es otra dimensión respecto a España.  La palabra pasión, mejorar e invertir ha estado en boca de representantes, agricultores y ganaderos, aunque sean conscientes de los retos que deben afrontar en los próximos años. Todo esto puede ser una pose, si fuera así tendría el mismo valor que si no lo fuera porque demostraría el mismo grado de fidelidad.


Se quejan del precio, del desequilibrio en la cadena (nos advierten del peligro para el mercado de incursiones que supone la compra de Monsanto por Syngenta), de las negociaciones internacionales y de su Farm Bill, que es la mejor que han podido conseguir, nos confiesa el Presidente de la Nebraska Farmers Union, John Hansen. Básicamente son los mismo problemas que afrontamos en la UE, pero con una actitud más ofensiva, asumiendo además que hay un problema real con el medio ambiente, en la conservación de los recursos y la necesidad de comunicar a los ciudadanos los esfuerzos que hacen por contar con una agricultura sostenible que aporte alimentos sanos y fiables. Como comenta Willow Holonvek, de la AFAN (Asociación para el Futuro de la Agricultura en Nebrasca) nunca se deben cerrar las puertas al campo, aunque sea duro admitir que los detractores de nuestra agricultura son nuestros amigos. 

Aquí, la visión sobre los OGM o la forma de tratar las cuestiones medioambientales es muy diferente a la que hemos tenido la oportunidad de observar en la costa este y oeste, donde se habla más de alimentación y menos de producción. Sin embargo, el productor es consciente de que negar el debate no tiene sentido político, va contra la evidencia científica y, por tanto, irían contra sí mismos.

Tuvimos la posibilidad de visitar una de las universidades más reputados de los EEUU en cuestiones agrícolas, la Universidad de Nebraska (50.000 estudiantes), en plena expansión con la construcción de un nuevo centro de desarrollo e investigación. Conocimos su Instituto del Agua, una cuestión a la que hasta los años 90 nadie había prestado atención en los EEUU, y mucho menos en un lugar como Nebrasca donde el agua era aparentemente inagotable. Sin embargo, una vez identificado y asumido el problema, es de destacar la coordinación de recursos que emplean y la humildad para aceptar y aprender sobre lo bueno que viene de fuera. Desde luego, reconocen que en gestión y estudio de la gestión del agua están muy atrasados respecto a otros países como España, y no le duelen prendas en aprender de nuestro modelo de gestión, veremos dónde están dentro de 10 años.

Para la universidad americana es fundamental contar con acuerdos público-privados, porque con ellos se financian. Al contrario de lo que he oído alguna vez por España, esto no quiere decir que quien ponga el dinero se convierta en el dueño del resultado (excusa muy utilizada por el sector privado para no financiar la investigación), ya que los resultados se difunden públicamente, es una de las razones por las que por aquí se las llama universidades públicas.  Claro que para poder llegar a este sistema se necesita una visión a más largo plazo y mayor confianza entre actores para cooperar e identificar intereses comunes.  


Sin embargo, no todo son grandes explotaciones y exportación de materias primas, ya sea grano, soja o carne (vimos un matadero que sacrificaba nada más y nada menos que 2.500 cabezas de vacuno al día, en un turno de 8 horas, Greater Omaha Packing). Existe un grupo creciente de personas cada vez más comprometidos con el movimiento y fomento de lo que ellos llaman Local Food, nuestras cadenas cortas, donde la producción ecológica  y otra forma de producir sea posible, y no tanto por una cuestión meramente económica o de rentabilidad, que es como se percibe muchas veces en la UE. Sin embargo, como nos reconoce un ganadero de leche ecológica cuya granja visitamos, se trata de un mercado nicho que representa un 5% que está dispuesto a pagar un 50% más por su leche, pero duda del crecimiento de esta forma de producir la agricultura a corto plazo sin un cambio de actitud del consumidor. 



Como anécdota decir que hasta tienen viñedos y pequeñas bodegas que al parecer son cada vez más comunes. La cultura del vino y todo lo que lo rodea provoca gran expectación en la población norteamericana, que es capaz de pagar 25$ por una botella de vino, cosa que un europeo procedente de un país productor no está preparado para evaluar en su justa medida.... Lo que demuestra una vez más que el mejor vino para alguien que quiera vivir de esto es el que se vende y se cobra. 

Estos días estaré en San Louis, Missouri, y sí, visitaré Monsanto, y en el grupo de 21 de todos los lugares del mundo el debate sobre los OMG no es precisamente neutro. Esta empresa no deja indiferente a nadie, ni en la UE ni en los EEUU.